Historias de Roma

He estado unos días desaparecida, pero tengo una buena excusa: me he escapado el fin de semana a Valencia, a disfrutar del sol y de la comidita de mamá, que tanto se echa de menos cuando estás lejos de casa y encima, eres un poco inútil culinariamente hablando. Pues bueno, después de este paréntesis valenciano, vuelvo a la vida romana con el objetivo de disfrutar al máximo los meses que me quedan aquí.

Roma es una ciudad que nunca te acabas. Aparte de los monumentos, museos y otros lugares conocidos por todos y que son visita obligatoria para los turistas, Roma alberga muchísimos "secretos" que merece la pena descubrir. Y para eso hay dos vías: o ponerse a caminar por las calles romanas con los ojos bien abiertos, lo cual es todo un placer, o leer todo lo que caiga en tus manos sobre la ciudad. 

Un buen libro para empezar es Historias de Roma, de Enric González, que fue corresponsal de El País en Roma. Anteriormente fue corresponsal en Nueva York y Londres, y suyas son las obras Historias de Nueva York e Historias de Londres. He leído por ahí que de los tres libros, Historias de Roma es el más flojo. Yo no he leido los otros dos, pero a mí, Historias de Roma me parece un libro que está muy bien como primera toma de contacto con la cara menos conocida de la ciudad. Es un libro que se lee en una tarde, agradable, en el que Enric González no busca más que compartir con el lector los recuerdos y las experiencias que conserva de Roma. No es, ni pretende ser, una guía de la ciudad o una historia de la misma. Es Roma a través de los ojos de alguien que vivió allí.

Yo lo leí dos veces. La primera, en verano, antes de venir a vivir aquí. Y la siguiente, hace poco, cuando ya conocía mejor la ciudad, y fue entonces cuando lo disfrute realmente. Me quedo con las historias que se esconden detrás de los edificios que Enric conoció, como la Torre della Scimmia o el palazzo Massimo. Y me quedo también con la pizzeria Montecarlo, propiedad del hijo del dueño de la pizzeria Da Baffeto, la más famosa de Roma y en la que peor te tratan (merece un post aparte). La Montecarlo, sin embargo, no solo tiene unas pizzas geniales sino que los camareros son encantadores.